Inviernos cómo otros(ningunos).

Hacia 3 días que no salía el sol. Hacia 4 otoños que no salíamos de debajo de la cama. Escondidos entre besos y caricias tan estupefactos que el corazón daba un vuelco cada milésmia de segundo. Entre sonrisas y cosquillas escondidas bajo las sábanas aspiraba tu aroma.

PAM! De golpe, sin darnos cuenta, cuándo ni nostros mismos nos distinguiamos el uno al otro (éramos un solo ser), ni distinguiamos entre la noche y el día. Un día empezó a llover dentro de una taza de café amarga i fría. Fría como un témpano.

Se oía cómo la lluvia golpeava las ventanas ya casi sin pintuta blanca y cómo bajaba ligeramente por las tuberias de ese piso que ya ni se aguantava por las grietas de la soledad hasta caer a la nada, hasta que dejaba de existir. Algunas se quedaban mirándote a los ojos, otras no querían ni vernos y algunas les daba demasiado miedo cruzar el cristal hasta desaparecer en un trueno.

La cama era pequeña, pues dos vueltas que dabas y al suelo restabas. Pero a nosotros nada nos agarraba, esa era nuestra suerte. Mientras fuera a cada vuelta en la cama el aire era mas frío, en esa habitación de color gris se calentaba.

Mientras nos deshacíamos el uno al otro y mientras tú le tomabas pulso a mis gemidos entrábamos en un estado de frénesi y extásis tan puro que ni tus ojos podían calmarme.

La nieve que descansaba, cada vez mas abundante, en el balcón parecía algodón de azúcar. Al mismo instante tú me abrazabas con fuerza y me besabas en el cuello ya que mi cabeza levitaba en el aire inundado de gemidos.