Tu calor en mi frío

Y entre las sábanas y colchones de una mañana gris no soleada estaba tu olor, tu aroma, tu fragancia. Yo, descansaba tocando las frías baldosas del balcón y apoyado en la barandilla (oscura) negra y helada. Miraba a la calle, sólo me cubría una tela fina que se parecia al color de las paredes de tu habitación. Entre el humo de un cigarrillo (casi) inexistente y el caótico aroma de la calle tú, bostezabas. Entré. Cerré la ventana detrás de un chirrido escalofriante. Tú me mirabas desde la puerta (me gustaría saber que se te pasaba por la cabeza) con una sonrisa de mentiroso, que esconde algo. Pero yo sabía que no escondias nada, pues tus ojos me lo contaban. Te había dicho mil veces que no sabias mentir (¡No tienes nidea!) ya que tu cara mentía pero tus ojos decían la verdad. Yo, me quedé mirandóte embobada cómo si fuera una niña ansiando por un helado en pleno verano delante de la tienda de helados mas buena de la ciudad. Pasarón unos minutos, no se cuántos, para mí había sido una eternidad. No se cómo lo hacías, pero tenías ese poder sobre mí, hacias que algo fugaz pareciera de lo mas largo que había vivido nunca. Puede que por eso me fijará en ti, porque tenias ese poder en mí. Puede que fuera por esa sonrisa de mentiroso y esos ojos. Puede que fuera por ese pelo y esas manos tan calientes (no cómo las mías). Puede que fuera... no se por que fue, no lo sé, lo único que sé esque al verte, cada día, me estremezco de sólo pensar que tú te estas acercando a mí y que no es a otra. Que te acercas a mí. Será porque nunca me creí que pudieras quererme. O puede, y creo que esta es la buena, que fuera porque después de amarme te quedas mirándome cómo un tonto y porque cuándo ves que yo me río te enfadas y me haces cosquillas. No lo sé, no se porque te quiero, lo que sé es que por muchos veranos, primaveras y otoños que pasen tu siempre pondrás el calor que me hace falta en mi invierno.