One sweet love

Entró sin decir nada, intentó no hacer ruido y se estiró en la cama a su lado. Sentía como su corazón latía lentamente, como andaba tranquilo y soñaba con cualquier cosa que le pasaba por la cabeza. Sentía su respiración acompasada. Se acurrucó en su pecho y dejó que el mundo girará entorno a ellos, que pasarán las horas, que se hiciera de día, que se hiciera de noche. Dejó el balcón abierto para que entrará el acogedor aroma de la calle y los ruidos de esa gran ciudad en la que habitaban. Ella aún no dormida oía como una pareja se despedia en el portal de enfrente. Entonces notó un apretón en el pecho al acordarse de sus despedidas a la madrugada. Levantó la cabeza y colocó la barbilla en su pecho, lo miró detenidamente, y él inconcientemente le acariciaba el pelo, cómo cuando acababan de hacer el amor. Ella empezó a hacer dibujos en su barriga con el dedo y de vez en cuándo le besava la barriga. Él continuaba durmiendo placidamente. Ya era de noche habían pasado cómo unas 5 horas, o eso es lo que intuía ella pues no quería mirar el reloj, lo adivinó por el poco ruido de la calle. Había dormido en su pecho durante una eternidad, en ese momento era el mejor lugar en el que podia estar, en casa con él y habitando su pecho. Él, unos 20 minutos después despertó y la encontró escuchándole el corazón, la miró detenidamente y recordó porque se había enamorado de ella, esa sonrisa y esa mirada en ese supermercado de la calle central, dónde él con timidez le preguntó por el pasillo de las galletas y ella con una leve pero preciosa sonrisa le cautivó el alma. La miró durante unos minutos hasta que ella levantó la cabeza y lo miró, el mundo se paró por unos instantes, entonces él dijó: -Buenos días, princesa.